“Yo perdono, pero no olvido”

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El perdón es un ejercicio espiritual que debemos practicar todos los días. ¿Y por qué? Porque los humanos somos imperfectos y fallamos.

El perdón es un ejercicio espiritual que debemos practicar todos los días. ¿Y por qué? Porque los humanos somos imperfectos y fallamos. Los no cristianos erran como la cosa más normal del mundo y aunque los cristianos erramos también nuestros fallos presentan algunas diferencias.

La primera de ellas es que tenemos conciencia de que hemos fallado. La segunda es que dichos yerros se dan mientras vamos caminado hacia la perfección, son tropiezos durante el proceso. La tercera es que el pecado ya no se enseñorea de nosotros, pues aunque incurrimos en el pecado eventualmente ya no lo practicamos como estilo de vida.

La cuarta es que Dios nos trata como a hijos y no como a enemigos, por ende nos disciplina, pero no nos retira la calidad de hijos. Es más, el sólo hecho de disciplinarnos ya nos da a entender que somos hijos y no bastardos. Y la quinta diferencia es que existe para el cristiano el arrepentimiento, lo cual nos permite apartarnos del mal, confesar el pecad y recibir un perdón perfecto.

Cuántas veces desearíamos echar las manecillas del reloj hacia atrás para no haber hecho lo que hicimos. ¡Oh, cuánto dolor y vergüenza nos evitaríamos! Pero como no lo podemos hacer entonces echemos mano de la buena noticia del perdón, que es el recurso de borrar y olvidar, puesto que perdonar es cancelarla una deuda. Cuando Dios nos perdona se olvida. Él sufre de “amnesia voluntaria”, decide nunca más recordar algo de lo cual nos hemos arrepentido.

Para aquellos que dicen que perdonan pero no olvidan, hay que advertirles que se contradicen, pues perdonar es olvidar, es cancelar una deuda. ¿Cómo puede decir una persona que perdonó una deuda pero que no va a expedir un paz y salvo sino que va a conservar el pagaré para cobrarlo en cualquier momento? Si ya perdonó la deuda es porque la considera pagada, ¿cómo entonces va a cobrar algo que ya se le pagó? Eso es ilegal.

Y si Dios nos perdonó a nosotros también nosotros debemos perdonar a los que nos ofenden. Ya basta de hacernos las víctimas y guardar feos recuerdos de otros para exhibirlos cada que nos de rabia. Perdonar es olvidar, y punto. Y ese olvidar no significa literalmente que el recuerdo se borró de nuestra mente, sino que ya no pensamos en él, ya no nos duele, ya quedó sepultado.

Basta también de estar sintiendo pena o vergüenza por lo que alguna vez hicimos. Más bien mostremos nuestro arrepentimiento pensando en que si esas circunstancias horribles se volvieran a presentar jamás actuaríamos de la misma manera.

Y si el diablo quiere usar a alguien para sacarnos los “trapitos al sol” hagamos tres cosas: Primero, alabemos a Dios por su perdón, porque él olvidó nuestro pecado. Segundo, pidamos por la salud de quien nos está evocando malos recuerdos, ya que esa persona está haciendo algo ilegal y se expone a un peligro al revolver basura. Y tercero, perdonémonos a nosotros y no nos martiricemos con pensamientos putrefactos. ¡Somos dichosos al ser perdonados!

Donizetti Barrios

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