Tengamos siempre presente que jamás podremos dar más de lo que Dios pueda darnos

Compartir

viernes 22 de febrero de 2013 – 05:53 p.m. 454

¡Un regalo inesperado!

El viejo socio de Marco y su esposa habían decidido volver a Japón, pero esta vez como misioneros independientes, con sustento propio porque habían llegado a comprender la necesidad que tenían muchas personas en este país de escuchar el evangelio y recibir a Jesús en sus corazones como su Salvador. Mientras compartían una rica merienda en su hogar, Camila, la esposa de Marco, le pidió que les diera us$100 para iniciar su ministerio. Este monto significaba para él un gran recorte en su presupuesto y más, porque recién había empezado a trabajar, pero decidió hacerlo porque sintió que eso era precisamente lo que debía hacer en ese momento.

Dos días después, el administrador del complejo de apartamentos donde habían acabado de alquilar les preguntó si querían unos muebles. ¡Claro que sí! -dijo Marcos, con una sonrisa en sus labios, pues tenían poco más que sus maletas para poner en el apartamento. El administrador les entregó un bonito sofá, una mesa de esquina, una mesita para café, lámparas, una cama doble, un tocador con espejo y dos cómodas laterales. El hombre había decidido alquilarles el apartamento amoblado sin cobrarles ningún monto adicional. Consideraron este favor como un verdadero regalo de Dios.

Este hecho de la vida real, es un claro ejemplo del amor y fidelidad incondicional de Dios por cada uno de sus hijos, pues él sabe recompensar a aquel que en algún momento brindó su ayuda a alguna persona necesitada.

Este día extendamos la mano a un niño o anciano que pide limosna en la calle, a una viuda, a un huérfano, a un enfermo, a un misionero o alguna persona que se encuentra privada de libertad, no con la intención de recibir algo a cambio, sino porque no hay mayor satisfacción que la de haber hecho el bien a quién lo necesitaba.

«Tengamos siempre presente que jamás podremos dar más de lo que Dios pueda darnos».

No te niegues a hacer el bien a quién es debido, cuando tuvieres poder para hacerlo. Proverbios 3:27

Por: Brisna Bustamante S.

Compartir