Soy lo que creo

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conversacion600.Es una realidad que las palabras tienen una enorme importancia en nuestra vida; por lo tanto no es casual que la Biblia nos enseñe que el mal uso que hagamos de ellas trae consecuencias que nos pueden llegar a perjudicar. Es curioso que no solo las palabras que nosotros decimos, sino también aquellas que oímos de otros, tienen la capacidad de influenciar nuestra vida. Tanto es así que resulta necesario saber que aquellas malas conversaciones en las que podamos participar, pueden corrompen nuestras buenas costumbres.
Si nos detenemos por un momento a pensar en la fuerza que tienen las costumbres dentro de nuestro diario vivir, podemos concluir que definitivamente ellas se encuentran ligadas a las cosas que hablamos, creemos y hacemos, pues prácticamente edifican nuestra vida. Por definición las costumbres que practicamos permean, el carácter, la moral y la buena conducta con que actuamos. Tanto es así que cuando se nos advierte cuidar aquello que hablamos y escuchamos, so pena de corromper nuestras creencias, realmente se busca protegernos de que unas palabras que decidimos compartir, tengan la capacidad de destruir una moral correcta.

Cuando se nos aconseja cuidar de manera tan imperiosa aquellas cosas que hablamos por riesgo a poder ver corrompidas nuestras creencias, necesitamos entender que sin darnos cuenta podemos ser inducidos a error con lo que escuchamos. Es por eso que es necesario revisar al lado de quienes nos encontramos y que es lo que constantemente estamos oyendo de su parte. Compartimos nuestra vida con muchos, pero es preciso cuidar nuestros corazones de aquellas cosas que se nos dicen y las intenciones con que lo hacen, pues volviendo a lo mismo, una mala conversación nos puede hacer errar y corromper nuestra moral.

Hay numerosos ejemplos dentro de la Biblia que nos pueden mostrar cuales son las características de una buena y de una mala conversación, y las consecuencias que una y otra pueden acarrear. Todos recordamos bien aquella renombrada conversación entre Eva y la serpiente, ya que fue causante de la gran caída del hombre. Si nos imaginamos ese momento, podemos ver a Eva accediendo a mantener esa charla, donde tras escuchar a su enemigo, albergó en su corazón sus argumentos y terminó tratando de esconder su falta justificándose como víctima de un engaño.

Cuánto cuidado debemos tener de aquellos a quienes escuchamos, pues según este ejemplo, una sola conversación le llevó a Eva a abandonar todo en lo que creía. Es tremendo lo que ocurre una vez nos permitimos escuchar el argumento del pecado, la tentación o aun nuestros propios deseos; pues no siendo suficiente con eso, este argumento seduce nuestro corazón y al hacerlo desencadena en nosotros una respuesta en contra de nuestros principios.

Pablo recomendaba a la iglesia de Éfeso evitar las conversaciones de mal gusto y reemplazarlas por palabras de edificación y estímulo para aquellos que las escuchan. Siguiendo su consejo, siempre debemos pensar que cada parte de nuestra familia y del resto de las relaciones que mantenemos, no se edifican ni con regalos, ni con buenas acciones, ni mucho menos con dinero; según este versículo lo único capaz de edificar, son las palabras correctas. Así que por eso ahora te invito a pensar por un momento en qué tipo de palabras estás hablando, y si acaso te estás edificando con ellas. Es imprescindible que recordemos siempre cuidar tres cosas con celo en nuestra vida, estas son: nuestra relación con Dios, nuestro hogar y nuestra Iglesia.

Dejando a un lado las conversaciones incorrectas, pensemos ahora en las conversaciones correctas, pero con una persona equivocada. No hay mejor ejemplo de ello que el enfrentamiento del joven pastor David, con el experto gigante guerrero Goliat. Definitivamente expone de maravilla el cómo hacer frente a los argumentos contrarios, ya que una actitud de oídos sordos muchas veces es la solución perfecta a ello. Curiosamente si recreamos la historia de aquella batalla, en ningún momento se observa a David siendo consecuente con la conversación de su enemigo, pues su actitud en todo tiempo fue de recordarle al filisteo quien era él para Dios y cómo lo iba a entregar en sus manos.

El gigante escondió su temor detrás de la actitud de amenaza constante, porque lo que realmente quería era convencer al pueblo de un concepto que no era el que Dios tenía de él. Recuerda que el mejor argumento de tu enemigo siempre será evitar que te des cuenta lo que realmente eres y cuánto vales. Así que si te encuentras en una situación donde enfrentas argumentos contrarios, decide de una vez no escucharlos y en cambio toma la actitud de David, respondiendo a ellos con lo que Dios te ha dicho que sucederá.
Constantemente en la vida nos vamos a ver enfrentados a tener que escuchar diferentes argumentos y elegir por unos o por otros. Quiero que te imagines por un momento en aquella barca donde vino el gran desafío para Pedro, al verse en medio de una terrible tormenta, con sus compañeros diciéndole que ese era el final para todo su propósito, y de otra parte a Jesús invitándole a salir de su zona de seguridad y caminar sobre una palabra que le daría el poder de andar en las aguas, yendo hacia aquello que en sus fuerzas y a los ojos de los hombres es imposible.
Amigo mío estamos en la barca en la que Dios nos ha llamado, y por supuesto vendrán tormentas a nuestra vida, pero recuerda que tu esperanza siempre será albergar en el corazón las palabras que Dios te ha hablado y elegir creer en ellas. No escuches a aquellos que dicen que lo que te dispones a alcanzar son fantasías e ilusiones y que no vales para ello. Lo único cierto siempre será que una palabra de Jesús te llenará de valor para tomar decisiones de calidad y caminar hacia una gran meta.

Termino preguntándote: ¿Qué te ha prometido Dios?, tráelo a memoria, escucha la voz correcta y deja que las palabras aptas para traer vida te transformen y hagan contigo cosas maravillosas.

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