Nuestro Señor nos exhorta a ser como Él y a abrirles la puerta de nuestro hogar a todos

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viernes 25 de enero de 2013 – 08:19 a.m. 173

Qumrán era una comunidad judía del siglo I que se había aislado de las influencias externas para prepararse para la llegada del Mesías. Estaba sumamente consagrada a una vida devocional, a los lavados ceremoniales y a un estricto cumplimiento de reglas de conducta. Según documentos encontrados, prohibía la entrada a los cojos, a los ciegos y a los paralíticos. Este principio se basaba en que todo aquel que tuviera una «marca» corporal estaba ceremonialmente contaminado. Durante sus comidas comunitarias, los discapacitados nunca aparecían en la lista de invitados.

Irónicamente, en esa misma época, el Mesías de Israel llevaba a cabo su ministerio en las ciudades y las aldeas de Judea y de Galilea. Jesús proclamaba el reino de su Padre, brindaba enseñanzas y consuelo, y hacía milagros extraordinarios. Para sorpresa de todos, declaró: «Mas cuando hagas banquete, llama a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos; y serás bienaventurado…» (Lucas 14:13-14).

El contraste entre las palabras de Jesús y la lista de invitados de la «elite espiritual» de Qumrán nos deja una enseñanza. A menudo, nos gusta tener comunión con personas que lucen, piensan y actúan como nosotros, pero nuestro Señor nos exhorta a ser como Él y a abrirles la puerta de nuestro hogar a todos.

LEA: Lucas 14:7-14

«El evangelio inclusivo no puede ser comunicado por personas excluyentes». —George Sweeting

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