¿Has aprendido a escuchar a Dios cuando te habla en el silencio?

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mujer meditandoEsta reflexión, escrita por Fausto Liriano, nos dice en pocas palabras mucho que tenemos que aprender los cristianos sobre la vida cristiana. Estimado lector, medita en ellas y pide a Dios que te hable a ti también en el silencio.

Erase una vez un profeta que no poseía ninguna profecía en su portafolio. 
Clamaba a Dios noche y día, para que le dijera algo que decir, alguna profecía que articular. Pero Dios parecía no hablar.
Silencio.
Hasta que el profeta entendió que su profecía era callar.
Años pasaron y el profeta no profería palabras.
¡No es profeta! ¡Nadie es profeta sino habla!” Se decían en Twitter, Facebook, en las guaguas y en las calles.
Había perdido su reputación, mientras miraba en silencio como a otros profetas Dios les hablaba más de lo que le había hablado al Abraham bíblico en toda su vida.
¿Será Dios el que les habla? 
¿Moriría sin algo que decir?
Silencio.


Una noche, cuando se hubo desconectado de las palabras, de su reputación como profeta y del deseo de ser escuchado, le dijo Dios: 
De cierto de cierto te digo, que un día te hablaré.
Pasaron algunos años.


Silencio.
Pero ya sabía él, que el Dios que da palabras es también el Dios que da el silencio.
Pasaron años, y los profetas que tenían algo que decir habían caído presa de sus vicios, o de las revelaciones de sus oscuros interiores. Uno a uno fueron desapareciendo.
Su lengua los ha castigado. ¡Lo sabíamos! ¿Cómo puede ser que Dios hable tanto?” Se decían en Twitter, Facebook, en las guaguas y en las calles, la misma gente que se burlaba del profeta que no hablaba.
Silencio.


Entonces, Dios apareció en medio del silencio del profeta callado y en forma de letras le dijo:
Estas son las palabras que te doy…
El profeta que no había dicho nada en años, convocó a la gente.
Todos curiosos se amontonaron en la Plaza de la Bandera con el fin de escuchar que tenía que decir.
Silencio.


Entonces, levantó la voz ayudado por modernos equipos de sonido y dijo:
“Esto ha dicho el Señor: Es preciso que hagan silencio para que puedan escucharme.”
Dicho esto, se retiró y nunca más se le vio.
La gente que habla mucho en el pueblo, en los cafés y en medio del vino, decía “Dios lo arrebató.”

El que tenga oídos para oír que escuche.

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