El atleta estadounidense que ¡corrió el kilómetro más veloz del mundo!

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miércoles 24 de julio de 2013 – 05:16 p.m. 15

«El kilómetro más veloz del mundo»

En una pequeña escuelita rural había una vieja estufa de carbón muy anticuada. Un pequeño niño era el responsable de llegar al colegio temprano todos los días para encender el fuego y calentar el aula antes de que llegaran la maestra y sus compañeros.

Una mañana, cuando todos llegaron, encontraron la escuela envuelta en llamas. Sacaron al niño inconsciente (más muerto que vivo) del edificio. Tenía quemaduras graves en la mitad inferior de su cuerpo, por lo cual, lo llevaron de emergencia al hospital del condado.

Glenn Cunningham, yacía en su cama, semi inconsciente y con quemaduras graves. En ese estado, escuchó al médico que hablaba con su madre, le decía que era muy probable que su hijo muriera,  pues el fuego había destruido la parte inferior de su cuerpo. Quizás sea lo mejor que pueda pasar, opinó el médico con inocultable resignación. Pero el valiente niño no quería morir.

Pero no sabemos cómo y para sorpresa del médico, sobrevivió. Una vez superado el peligro de muerte, volvió a escuchar la conversación entre el médico y su madre. El profesional le decía que quedaría inválido de por vida, ya que el fuego había dañado en gran manera las extremidades inferiores de su cuerpo, una vez mas declaró: habría sido mucho mejor que muriera. Pero aún así Glenn Cunningham estaba decidido a caminar.

Cuando le dieron el alta, de la cintura para abajo, no tenía capacidad motriz. Sus delgadas piernas colgaban sin vida. Todos los días, su madre le masajeaba las piernas, pero no había sensación, ni control, simplemente no sentía nada. No obstante, su determinación de caminar era más fuerte que nunca.

Una mañana soleada, la madre lo llevó al patio para que tomara aire fresco. Ese día en lugar de quedarse sentado, se lanzó de la silla. Se impulsó sobre el césped arrastrando las piernas. Llegó hasta el cerco de postes blancos que rodeaba el jardín de su casa y con gran esfuerzo, comenzó a treparlo. Allí, poste por poste, comenzó a avanzar, estaba decidido a caminar.

Lo mismo todos los días hasta que hizo una pequeña huella junto al cerco. No había nada que quisiera más que darle vida a esas dos piernas.

Por fin, gracias a las oraciones fervientes de su madre y sus masajes diarios, su persistencia férrea y determinación inquebrantable, desarrolló la capacidad, primero de pararse, luego de caminar y después de… ¡correr!.

Ahora Glenn iba caminando a la escuela, luego de un tiempo lo haría corriendo, por el simple placer de correr. Más adelante, y ya en la universidad, formó parte del equipo de carrera sobre pista.

Y aún después, en el Madison Square Garden, éste joven que no tenía esperanzas de sobrevivir, que nunca caminaría y que según la ciencia, nunca tendría la posibilidad de correr,  llegó a ser el atleta estadounidense que ¡corrió el kilómetro más veloz del mundo!

¿Sabes cuál era su versículo favorito?

Los muchachos se fatigan y se cansan, 
    y los jóvenes tropiezan y caen;
pero los que esperan en el Señor 
    renovarán sus fuerzas.
Levantarán alas como las águilas;
    correrán y no se cansarán, 
    caminarán y no se cansarán. (Isaías 40, 30-31)

Tanto su mamá como él permanecieron con la esperanza firme, quizás algunos días se sentían más débiles que otros, pero ellos sabían en quién confiaban y las circunstancias eran solamente eso, solo momentos pasajeros.

No hay nada imposible si ponemos nuestra fe y confianza en Dios y al mismo tiempo damos lo mejor de nosotros. Aprópiate de esa hermosa promesa, tal como lo hizo Glenn Cunningham, y permite que Dios renueve tus fuerzas.

Por: Ana María Frege Issa

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