Dios necesita de alguien que vea más allá de la desesperanza, hacia lo que tiene esperanza

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martes 05 de febrero de 2013 – 10:42 a.m. 254

Jerusalén estaba en una situación desesperada. Años de guerra culminaron nada menos con que la ciudad había sido brutalmente arrasada. Fue un período trágico en el que gran parte de la población había sido deportada a Babilonia. Las décadas subsiguientes de abandono y saqueo dejaron muy poco, y lo que quedó no guardaba semejanza alguna con lo que alguna vez había sido una magnífica Ciudad Santa.

Los israelitas estaban abatidos, y su futuro como nación distaba de ser algo seguro. Tal vez escucharon las historias de su herencia célebre, pero ellos vivían en el ahora, y el ahora no ofrecía gran esperanza. Imagino que enfrentaban una realidad similar a la que describe John Steinbeck en su libro East of Eden[Al este del Edén]. Los agricultores y rancheros luchaban contra el atroz ciclo de los años de lluvia y sequía. «Y nunca fallaba —escribió— que durante los años secos la gente se olvidaba de los años de riqueza, y durante los años de lluvias perdían toda memoria de los años secos. Siempre era así.»

Parece que el pueblo de Israel había olvidado los años de lluvia. Toda su gloria se había marchitado, y hacía mucho tiempo que la mayor parte de todo lo que pudiera recordarle a su Dios y sus promesas había caído poco a poco en el olvido.

Sin embargo, en tiempos como esos, Dios siempre llama a alguien, al menos a una persona que recuerde quién es Dios y lo que Él ha prometido. Una persona que vea más allá de la desesperanza (lo que es) hacia lo que tiene esperanza (lo que será).

Para Israel, Nehemías fue ese «alguien que ve». Lleno de dolor por el estado quebrantado y descuidado de su tierra natal, pidió permiso al rey Artajerjes para regresar (Nehemías 2:5).

Si el rey preguntaba por qué, esa sería una buena pregunta, ya que no había mucho a lo cual regresar. Pero Nehemías quería que la ciudad fuera reconstruida. La gloria volvería.

En los días de Israel, como en cualquier época, el pueblo necesitaba de alguien cuya visión no se viera empañada por la desesperación ni oscurecida por la duda. Necesitaba de alguien que viera a Dios con claridad y lo obedeciera con valentía. ¿Serás tú esa persona hoy?

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