Debemos estar agradecidos con aquel que nos dio la vida

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Dador de Vida

Las noticias informan que un incendio en las tempranas horas de la madruga ha envuelto a una pequeña vivienda donde vive una familia de cuatro… Papa, mama y el hijo mayor están a salvo pero las llamas hacen difícil el rescate del hermano menor de tres años. Un bombero valiente arriesga su vida y logra sacar al menor de la casa envuelta en llamas. El niño ha inhalado mucho humo y no está respirando. De inmediato el bombero comienza a darle respiración de boca a boca. Pasan unos largos segundos hasta que el niño vuelve a respirar.

Cinco años pasan desde el horrible incendio de esa madrugada. La familia trato de poner atrás la tragedia del incendio pero nunca olvido las acciones heroicas del bombero que rescato al menor. Un día, por medio de amigos mutuos, la familia se vuelve a encontrar con ese valiente bombero. ¿Cómo cree que la familia reacciona al ver de nuevo al bombero que le salvo la vida al menor? ¿Será que la familia lo ignora, insulta o actúa con indiferencia?

Lo más probable es que la familia sea agradecida y estuviera contenta de ver nuevamente al héroe. No hubiera razón por la cual odiar, reclamar o ignorar al bombero. Lo que el bombero hizo fue algo especial, le dio la oportunidad de vivir a un niño que seguramente hubiera muerto.

En Génesis 2:7, leemos como Dios le da vida al hombre. Dios le sopla aliento en la nariz de Adán y ese cuerpo hecho de polvo comienza a vivir. Job 27:3 nos dice que mientras haya vida cada persona tiene el aliento divino de Dios. Sin este aliento divino no somos más que polvo.

La vida es un regalo de Dios. Si una familia vive agradecida a un bombero que le rescato la vida a un hijo, cuanto más agradecidos deberíamos de estar nosotros con aquel que nos dio la vida. No sea una persona mal agradecida que vive indiferente al dador de la vida. Toma tiempo durante cada día para dar gracias a Dios por tener el aliento de vida. Agradece a Dios con palabras, acciones y actitudes porque cada aliento es un regalo de Dios.

Por: Camilo García.

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