Cómo un cristiano debe debatir sobre la preferencia homosexual

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Optimized-pelea336La renuncia de Brendan Eich, creador de JavaScript, como CEO de la fundación Mozilla, diez días después de su nombramiento recorrió el mundo entero. Quienes leen este blog quizás no conocen a Brendan Eich, no saben lo que es JavaScript (un lenguaje de programación) o la fundación Mozilla (mejor conocida por su navegador Firefox). Sospecho que tampoco han estado enterados de la controversia que se ha creado en el mundo de la tecnología con grupos en favor del matrimonio entre homosexuales haciendo presión desde que Eich, un profesional con todos los méritos para hacerlo, fuera nombrado para dirigir dicha fundación. Quizás también se pregunten que qué hago hablando de tecnología en este blog. El tema es pertinente. Muy pertinente.

El motivo de la controversia ha sido que en el 2008 Eich donó de su propio dinero mil dólares (USD 1,000) en apoyo a la Proposición 8 que buscaba impedir el matrimonio entre homosexuales, quienes están del otro lado de la discusión —incluidos dos empleados de Mozilla que públicamente expresaron — que con su nombramiento, la fundación traiciona su cultura de inclusión. Otro frente de presión fue un sitio de citas que en protesta bloqueó el acceso a los usuarios de Firefox.

Menciono la renuncia de Brendan Eich solamente como ejemplo de la pertinencia de la conversación y como introducción, pues lo que pretendo compartir va más allá de este caso particular. ¿Cómo debemos participar los cristianos en la discusión sobre la preferencia homosexual?

1. En primer lugar, debemos participar reconociendo el valor y la dignidad que tienen todos los hombres por el solo hecho de haber sido creados a imagen de Dios. Sin importar sus preferencias o conductas, podemos con sinceridad ver valor en cada persona. Tenemos que ser muy cuidadosos (tener dominio propio) para no descalificar a las personas mientras refutamos sus conductas. Antes de argumentar contra sus conductas asegurémonos de expresar sinceramente con nuestras actitudes y palabras que valoramos las personas.

2. No se trata de los cristianos contra los homosexuales, sino de pecadores (nosotros) a favor de pecadores (ellos) en un esfuerzo de que prevalezca la gloria de Dios sobre toda su creación, no la opinión de un grupo sobre el otro.

 Evitemos la tendencia natural hacia el tribalismo (ellos contra nosotros) o la radicalización (ellos o nosotros por la fuerza). No somos nosotros contra ellos, sino, nosotros a favor de ellos y en contra de cualquier conducta y estilos de vida que dañen la imagen de Dios. A menos que entendamos este punto no podremos participar en la discusión con libertad, pues en vez de cuidar los intereses de Dios (que repercuten en bendición para todas sus criaturas) cuidaremos nuestro ego y perderemos la oportunidad de ser de utilidad.

3. Cristo sí tiene autoridad legal (como creador) y moral (por ser el único que ha vivido sin pecado) para juzgar a todos los hombres.

Recordemos que nosotros no somos mejores. Todos somos pecadores, todos nos descarriamos como ovejas, «no hay justo ni aún uno» (A), no hay ninguno que esté (por sus propios medios o méritos) libre de pecado. Reconocer esto no nos descalifica para refutar pecados particulares, pues la fuente de nuestra autoridad no somos nosotros mismos, sino Dios. Nuestro testimonio de vida piadosa ante los hombres (limpia conciencia) puede ser un ejemplo práctico para los incrédulos, pero recordemos que el varón perfecto es Cristo y es a Cristo que tenemos que mostrar.

Cuando nos manifestemos en contra de la preferencia homosexual el primer argumento que recibiremos probablemente será (contra nuestra persona en vez de contra nuestras posiciones), mostrémosle entonces que nosotros somos simples mensajeros que expresamos la voluntad de uno más grande que nosotros mismos y también más grande que ellos: Cristo.

4. Oponerse al matrimonio entre homosexuales no es discriminación, pues no se trata de una condición, sino de una preferencia.

Seamos muy cuidadosos en distinguir una condición de una preferencia o estilo de vida. Por ejemplo, los grupos en favor del matrimonio entre homosexuales frecuentemente comenten la falacia de equiparar su lucha actual por los derechos de quienes manifiestan una preferencia homosexual o eligen determinado estilo de vida con las luchas desarrolladas anteriormente por quienes defendían los derechos de los negros o los judíos. La falacia es la siguiente: ser negro o judío no es una preferencia o elección: Dios fue el que determinó de qué color sería nuestra piel o dentro de qué pueblo naceríamos.

Una preferencia, por ejemplo, es un estilo de vestimenta o de alimentación: elecciones que no son permanentes y yo hago voluntariamente; pudiendo elegir mañana otra cosa. Siempre y cuando no afecte la esfera colectiva, los hombres podemos ejercer nuestras preferencias individuales, pero cuando las preferencias de otros afectan la colectividad podemos oponernos sin discriminar. Y en ambas esferas (pública y privada) podemos argumentar racionalmente en contra de una preferencia que entendamos va en detrimento de la imagen de Dios en la persona y en la sociedad. Oponerse al matrimonio entre homosexuales no es discriminación, pues no se trata de una condición, sino de una preferencia.

5. Evitemos la mezquindad de ignorar las contribuciones que hacen todos los hombres a la sociedad aun cuando no compartimos sus conductas o preferencias. Por poner un ejemplo: hay excelentes profesionales (matemáticos, médicos, ingenieros) muy destacados en sus respectivos campos. Podemos ser bendecidos con sus cocimientos y servicios y glorificar a Dios, que es quien ha dado dones a todos los hombres. Rechazar ser atendido por un médico homosexual, trabajar para un empresario alcohólico o hacer revueltas para que un gerente ateo o agnóstico sea expulsado de determinada compañía por el simple hecho de participar en algún pecado (sin difundirlo) o sostener una convicción opuesta a Dios no es sabio.

Por la gracia común diferentes hombres pueden alcanzar conocimiento y desarrollar diferentes habilidades —hasta mayores que las de los cristianos—, independientemente de sus convicciones o conductas. Podemos reconocer el valor de sus contribuciones, y más allá de sus contribuciones, de su persona (ver primer punto). En esto hay que ser sabios y prudentes: quizás no sea prudente que un apostador sea el tesorero de una organización, que un travestido sea el maestro de nuestros hijos (aquí su preferencia afectaría a terceros) o que un embajador o representante de un país promueva directamente su preferencia o conducta como algo normal, pero en todo caso, seamos sabios y evitemos la generalización o el aislamiento.

6. Sepamos también que por muy apasionados que sean algunos en la defensa de sus pecados, la imagen de Dios está en ellos, por lo que podemos racionalmente tratar de persuadirlos y contar con la ayuda del Espíritu Santo, que es quien convence al hombre de pecado. Argumentemos racionalmente, pero sepamos que el convencimiento es tarea del Espíritu Santo. Esto también nos libra de entender que podemos «ganar una discusión» y envanecernos.

La presión ejercida por quienes promueven el matrimonio entre homosexuales que terminó con la renuncia de Brendan Eich es algo totalmente injustificado. La donación que hizo es algo totalmente consecuente con sus convicciones y sin relación alguna al trabajo de la Fundación Mozilla. Es un profesional calificado para ocupar la posición (conocimientos y experiencia), con amplio reconocimiento en su industria (creador de uno de los lenguajes de programación más populares del mundo) y los méritos necesarios. Él mismo manifestó su disposición a trabajar con todas las personas (sin importar su preferencia sexual) para el cumplimiento de la misión de la fundación y —en mi opinión, hasta cedió en sus convicciones por la presión recibida, algo innecesario—.

En esto, invito a mis hermanos a no devolver el golpe, sino a mostrar un camino más alto. Trabajemos con sabiduría y prudencia junto a todos los hombres y en favor de todos los hombres; en vez de radicalizar nuestra posición (participando innecesariamente en boicots como respuesta; aunque reconozco que en algunos casos (por su impacto dañino sobre la colectividad) puede ser esta una medida justificada) mostremos mansedumbre, respeto y limpia conciencia. Quiero advertirles que estas seis recomendaciones para participar en la discusión no son una garantía de que «ganemos una discusión», pues ese no es nuestro propósito, pero sí pueden ser herramientas utilizadas por Dios para convertir a los hombres de sus malos caminos. A Él sea dada toda la gloria, no a nosotros.

Mas también si alguna cosa padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois. Por tanto, no os amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis, sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros; teniendo buena conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo. (1 Pedro 3:14-16 RVR)

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