Cada día te bendeciré, Y alabaré tu nombre eternamente y para siempre

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viernes 14 de marzo de 2014 – 10:15 a.m. 136

Un famoso instrumentista internacional solía decir: “Si yo no practico un día, nadie percibirá. Si yo no practico dos días, yo percibiré. Si yo no practico tres días, el mundo entero percibirá.”

¿Que podemos decir, sobre eso, con relación a nuestra vida espiritual? Si dejamos de relacionarnos con el Señor por un día, probablemente nadie notará ésa nuestra flaqueza. Si dejemos a Cristo fuera de nuestras actitudes por dos días, luego sentiremos que las cosas no van bien para nosotros. Si ignoramos las cosas de Dios por tres días o más, perderemos la paz que solo Cristo da, perderemos el regocijo que solo podemos encontrar en la presencia del Señor y todos a nuestro rededor testificarán de que el brillo por nosotros presentado en todas las circunstancias, ya no existe más.

Nuestra genuina felicidad depende de un contacto diario y verdadero con el nuestro Señor y Salvador. Solamente en Su presencia hallamos la plenitud de la alegría.

El secreto de una vida de victorias y realizaciones es estar, cada día, delante del altar de Dios. Él es nuestra fuerza, nuestro estímulo, nuestra inspiración, la fuente de todas nuestras bendiciones. Él nos anima, nos orienta, dirige nuestros pasos, el nos muestra el camino de las grandes conquistas.

Cuando comprendemos que las bendiciones nos acompañarán si estamos todos los días delante del Señor, entonces no habrá obstáculo que no pueda ser sobrepasado, no habrá luchas que no puedan ser vencidas, no habrá sueños que no puedan ser realizados. Con Cristo en nuestros corazones, somos y seremos siempre más que vencedores.

¿Ha usted ejercitado su fe y colocado su confianza todos los días en la presencia del Salvador? ¿O Lo ha buscado apenas en los momentos de aflicción?

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