Una noche de lectura

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-Quédense con su vieja Biblia. No la necesito, ¡yo soy mi propio dios!Así fueron recibidos en una cárcel dos visitantes que quisieron ofrecer un Nuevo Testamento a un preso llamado José.


Cuando volvieron una semana después, José acudió, tendiéndoles los brazos y exclamando:¡Ahora pueden llamarme hermano! Rehusé el Nuevo Testamento que ustedes querían darme, pero otro detenido lo aceptó.


Al volver a nuestra celda, mi compañero me pidió que le leyera en voz alta lo que estaba escrito en ese pequeño libro, ya que él no sabía leer. Esto me molestó muchísimo, pero lo hice. Después de un rato constaté que mi oyente estaba durmiendo…No puedo explicarles por qué, pero seguí mi lectura toda la noche.


Entonces Dios comenzó a hablar a mi corazón, comprendí que debía pedirle perdón por mis actos criminales y entregarle mi vida al Señor Jesucristo. ¡Y fue lo que hice!


José ya salió de la cárcel, verdaderamente librado del peso de su pasado. Hoy es un creyente comprometido que sirve al Señor junto con otros cristianos en Argentina.


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