Dame, Oh, Señor un hijo que sea lo bastante fuerte para saber cuando es débil, y lo bastante valiente para enfrentarse consigo mismo cuando sienta miedo. Un hijo, que sea humilde en la victoria y victorioso en la derrota.
Dame, Oh Señor, un hijo que nunca doble la espalda cuando deba erguir el pecho. Un hijo te conozca a ti y sepa conocerse a sí mismo que es lo fundamental en la vida. Condúcelo, te lo ruego, no por el camino fácil sino por aquel lleno de dificultades y retos, allí, déjale aprender a sostenerse firme y a sentir compasión por los que fallan.
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