A un estudiante de seminario, de carácter firme, le preguntaron por qué llevaba una vida consagrada y piadosa casi al extremo.
“Cuando yo estaba por nacer hubo complicaciones graves”, contestó el estudiante. “El doctor salió al pasadizo donde esperaba mi padre y le dijo: “No hay esperanza, no podemos salvar a los dos. Usted tendrá que decidir, ¿salvamos a su esposa o a su hijo?” Sin vacilar un momento mi padre dijo: “Salve a mi esposa”.
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