La oración

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Cuando oramos, hablamos con Dios. La exhortación a perseverar en la oración significa, pues, vivir en constante relación con nuestro Señor en el cielo. De esa manera también expresamos nuestra dependencia de él. Cuando perseveramos en oración es como si dijéramos: No podemos ni queremos vivir sin ti.


Como en todo, el Señor Jesús es un perfecto ejemplo en cuanto a la actitud que debemos tomar en la oración. Por ejemplo, lo vemos cuando estuvo en Getsemaní oco antes de sufrir los malos tratos y la crucufixión.


– Tenía un lugar adonde solía ir para orar: “Se fue, como solía, al monte de los Olivos”.
– Oraba solo: “Se apartó de ellos a distancia como de un tiro de piedra”.
– Manifestaba su dependencia al ponerse “de rodillas”.
– Oraba en alta voz: “Oró, diciendo”.
– Se dirigía a Dios, su Padre: “Padre, si quieres, pasa de mí esta copa”.
– Conocía la voluntad de Dios, y deseaba cumplirla: “No se haga mi voluntad, sino la tuya”.
– Oraba con insistencia, sin desfallecer: “Estando en agonía, oraba más intensamente”.


¡Qué lección nos da el Maestro! Una oración que complace a Dios siempre está asociada al agradecimiento. Al formular nuestras peticiones, ya podemos acompañarlas de nuestro agradecimiento, porque sabemos que el Señor nos oirá y responderá; según le parezca bien para nosotros.


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