¿Era fe o pretensión?

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Mientras el pueblo de Israel estaba en la llanura, desmoralizado por los incesantes ataques de sus enemigos, Jonatán, el hijo del Rey Saúl, y su paje de armas, se preparaban para tomar por sorpresa un puesto de observación enemigo, situado en la cima de una pared rocosa. Dos jóvenes contra un ejército bien organizado, ¿no era un desafío insensato, la pretensión de la juventud? La derrota, ¿no era inevitable? Sin embargo, ellos dijeron: “Quizás Dios haga algo con nosotros, pues no le es difícil salvar con muchos o con pocos“.


Esto era tomarle a Dios la palabra, era el desafío de la fe. Los vemos trepando las rocas con muchos esfuerzos. Su llegada provocó espanto y temos de Dios entre los enemigos.


¿Qué es pues la fe?
Es creer, no sólo creer en Dios, en su existencia, sino apoyarse en sus promesas divinas, aceptar como verdadero lo que dice.


Es una convicción interior, muy fuerte, producida por el Espíritu de Dios, que permite ver lo invisible y da la visión de la meta que se debe alcanzar. Es la confianza, no en la fuerza propia, sino en un Dios fiel; conocido, amado, que no desilusiona, de quien se conoce el poder y el amor.


“Pero sin fe es imposible agradar a Dios” Hebreos 11:6


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