Un intenso frío me helaba los huesos mientras en el parque y a unos doscientos metros, que me habían sido impuestos, contemplaba los juegos y carreras de mi nieto en su colegio. Él me vio de lejos y me dirigió una mirada como perdida, aunque tuve la certeza de que me había reconocido y que mi presencia no le molestaba.
Siguió jugando y pronto sus juegos le embargaron y aunque me había visto continuó con sus amiguitos. Me quedé yo solo contemplando sus evoluciones
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