El amor de un padre

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Los turcomanes, nombre dado a muchas tribus del Asia Central, son célebres por la fuerza de sus afecciones naturales. En prueba de esta aserción se cita el siguiente caso:


“Al fin del siglo xviii, Persia fue gobernada por un rey turcomano llamado Kurreem Kham, probablemente uno de los mejores que jamás había empuñado el cetro de aquel país. Un día llegó a él la noticia de que doce hombres habían sido robados y muertos bajo las mismas murallas de Shiraz, capital de su imperio. A pesar de las pesquisas de la policía, por mucho tiempo no fue posible descubrir a los criminales.


Por último se descubrieron, resultando ser de la misma tribu que el rey pertenecía. Encausados y probado su crimen, el rey dio órdenes de que todos sufriesen pena de muerte, a pesar de los muchos empeños de sus parientes y amigos.


Cuando los criminales fueron sacados de la cárcel para sufrir su sentencia, movió la compasión de todos ver entre todos a un joven como de 20 años, y este sentimiento fue cambiado por un verdadero dolor de corazón, cuando vieron a un anciano adelantarse al rey y pedir permiso para hablarle; le fue concedido y el anciano habló en los siguientes términos:


-¡Rey, tú has jurado que estos criminales debían morir, y es justo; mas yo que no soy criminal, me presento a ti para pedir una gracia a mi soberano. Mi hijo es joven, él ha sido seducido a cometer el crimen, la justicia reclama su vida, mas, ¡oh rey!, el joven no ha probado aún las dulzuras de la vida, y acaba de desposarse. Yo me ofrezco para morir en su lugar. -Ten misericordia! Acepta al anciano y perdona al joven; déjale vivir para beber las aguas y cultivar las tierras de sus abuelos.


El rey se conmovió en extremo al oír la petición del abuelo; mas no podía perdonar al criminal. Su crimen, había sido de homicidio. Pero vio la oportunidad de dar una lección a su pueblo del amor paterno y aceptó la propuesta del anciano. El hijo fue puesto en libertad y el padre murió en su lugar.


“Dios encarece su caridad para con nosotros porque siendo aún pecadores Cristo murió por nosotros” (Romanos 5: 8).


Fuente: centraldesermones.com



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